domingo, septiembre 23, 2007

Así nunca les gustarán las matemáticas

Dos mil millones de dólares va a costarle financiar a los Estados Unidos el principio de esta guerra en tierras irakies. Pero solo es el principio, unos cuantos miles de millones más se irán con el tiempo. Esa cifra, la primera, es mucho más de la que necesitan algunos países de África y América del Sur para alimentar a doscientos mil niños pobres y sin recursos durante un año. Es la plata que cobran un millón de obreros en países como Argentina, Brasil y Bolivia durante ese mismo año. Y ni que hablar de algunos países más pobres de Asia y de África. Doscientos mil es el número de casas que se podrían construir en cualquier parte del mundo con ese dinero, y si lo multiplicásemos por el número de integrantes de cualquier familia tipo que es cuatro, son ochocientas mil las personas que gozarían de un hogar. Pero también podríamos pensar en las cuatro mil universidades que se construirían con toda esa plata, o en los casi mil hospitales totalmente equipados que se podrían hacer, o si queremos la cantidad de remedios para enfermos del virus del Sida o de otras enfermedades terminales que podríamos comprar. La imaginación puede ser infinita al pensar en tanta plata y aún así superar la infinités.
Miles de operaciones se podrían realizar en todo el mundo, y solo la mitad de todo ese dinero hubiese sido un bello principio para volver a llenar de árboles todo el Amazonas, que en algún lugar de la historia fue ni más ni menos que el pulmón del mundo. Me gustaría terminar aquí y no tener que decirles que otras diez guerras se podrían haber evitado con ese dinero. Diez. Lo que significa la vida de millones de personas inocentes. Diez. Lo que nos costaría levantar todos los dedos de nuestras manos. Tan simple como eso.
Sin embargo, siempre hay un sin embargo. En este caso, el pero sería que a este país no le alcanza con ese dinero para destruir a enemigos que se han ocupado de crear y adiestrar previamente y lo han hecho gratis, sin pedir una sola moneda como recompensa por ser tan bondadosos. Porque intentan financiar algo que les traerá todo ese dinero, el de los primeros años de educación, el de la emancipación y el que invertirán en toda esta guerra petrolera. Todo esto volverá más los intereses de todos esos años.
Pero nunca. Jamás de los jamases, podrán olvidarse, aunque deberían hacerlo, que una derrota vale más que mil victorias. Y aunque ellos hayan permitido tal desastre, todavía siguen sin darse cuenta que ni siquiera todo el dinero del mundo les devolverá a su gente la seguridad que perdieron en una tienda de baratijas, por unos pocos dólares, un par de locos fanáticos y algún que otro cuchillo de cerámica.