miércoles, mayo 18, 2005

PRESAGIOS

Que la vida te de el doble
de lo que deseas para mi.
Ella sueña que ve la catástrofe por televisión. Entre los brazos, y los ojos, y las bocas, y los rezos, y ese río incontenible de sangre, y los muertos, reconoce una pierna que se mezcló con su piel infinitas veces y se le llena la cara de espanto. Sale corriendo porque cree que se le escurre la mitad de su vida, por no decir toda, que quedaría muy absoluto para esta historia. Toma un teléfono, o lo pide prestado, lo que no es un detalle peculiar en el recuerdo posterior de un sueño, y disca un número casi de memoria y es esa misma voz que recuerda la que devuelve el saludo mientras ella cuelga sin decir palabra. Entonces despierta, y esta acostada en un asilo en el norte de la ciudad, lejos de su hogar, con la brisa del campo acariciandole el rostro, y el ojo izquierdo de la luna iluminando su alma, y una mano que le cruza todo el cuerpo desnudo culminando un abrazo.
Seguro se trata de una pesadilla, por eso vuelve a cerrar los ojos. Y siente como el viento que entra por la ventana le roza sus cabellos y le renueva la pesadez a sus párpados. Y sueña que ella espera. Aguarda porque dice que no hay nada mas romántico que dos hombres se batan a duelo por su nombre. Se da cuenta que lo que ponen en juego es mucho más que su orgullo.
Y allá vienen. Si a lo lejos ya se ven; el primero, el que acaba de doblar la esquina, es antiguo amor ya, es la añoranza de lo que se pudiese haber sido y no se es, es el hombre que se dice a si mismo que este relato es parte de un sueño que el nunca soñó. Es el jinete que debería esperar el primer golpe, y si todavía la vida pasea por los laberintos de su ser despues de eso, mostrar su destreza en esto de los duelos, porque ahora es su turno, porque ha ensayado la muerte con el dolor que los distintos golpes le han abierto en heridas que no cicatrizan. El del otro rincón no piensa tanto, quizá porque no hay apuestas que vayan en su contra, tal vez porque sabe que aun cuando tenga que mirar al mundo desde el suelo nada le asegura que perderá sus caricias, que, como bien sabemos en estos casos, no está dispuesta a irse con el ganador tan rápidamente, aunque es de fiar que asi lo haga, sino que está preparada también para correr hacia el convaleciente, y llevarlo en andas, como el dueño de esos días que es, y decirle que no importa la derrota sino el intento.
Y para que describir una batalla si ya sabemos que es. Es como cuando ella me pide que apague la luz porque no le gusta que la vea gozar. Se esfuman las palabras después de eso. Entonces vuelve a despertar, pero esta vez está en su casa llorando ya, sabiendo que pasó otra pesadilla. El calor del hogar no se siente a esas horas de la madrugada y ya no hay manos que recorran su ser porque se acabaron los abrazos.
Seca sus ojos vidriosos y los cierra. Y sueña que lo ha perdido todo, que se acerca a un cajón de madera donde yace la única persona que no le ha regateado nada en su vida. Las lágrimas se fugan sin permiso, impertinentes. Y sueña nuevamente que lo ha perdido todo, que no hay revancha porque sabe que no podrá aspirar a algo mejor, sin tener en cuenta ningún parámetro entre que es "mejor" y que es "peor", que eso no nos incumbe, y que nunca más volverá a ser feliz.
Pero en cambio el sueño la ha sorprendido a ella esta vez, porque sabe que no está dormida.
..."Por mis penas baila
y por tu soledad (eterna)..."