Sus manos dibujan corazones
en el aire,
y con una aguja imaginaria
los explota y sonrié.
Después rompe la hoja
que no existe frente a sus ojos
se fatiga y se entrega
al llanto y las maldiciones.
Empieza a deletrear
algo que parece mi nombre
y lo tacha, mientras con la aguja
agujerea sus dedos palomas
sus yemas de besos y flores
e inunda la imagen con su sangre
y deja que fluya.
Y así desangra su pensamiento
sobre mi, sobre nadie,
y despierto empapado de sudor,
entre hojas y corazones,
papeles con su nombre
y la poca sangre que me queda
borrando su huella.